El agua refleja piel árida,
labios agrietados,
nubes en los ojos.
Los años que quedan
son islas,
piedras firmes que alcanzar
sin caer en el lodazal
de la ceguera.
El agua amanece en el cielo
sin salpicar la noche.
Arantza Álava
Y dejas atrás copos negros,
grises,
incoloros;
y aparecen otros
—cuadrados y rojos—
dibujando huellas heridas.
Y en busca de copos felices,
en vez de hacía el suelo,
nievas hacia el frente,
y redondeas
y aclaras tus pasos.
Invisible. Desde niña sueño con ser invisible, con estar en un lugar donde lo vea todo y nadie me vea. Y hoy…
Estación de Atocha. Me siento al lado de un chico de rasgos orientales y le digo buenas tardes. Enfrascado en su móvil, ni mira ni contesta. A los cinco minutos, se va sin despedirse. Me levanto y me siento al lado de un chico con gafas que mira hacia el costado como esperando a alguien. Carraspeo y le digo buenas tardes. Silencio, roto por las ruedas de una maleta y por la megafonía anunciando la salida de un tren. Se pone a trastear en su móvil y yo cojo el mío. Con cuidado —¿para que no se dé cuenta?— hago una foto a otro chico sentado frente a mí. Me cambio de asiento y voy a su lado. Otro buenas tardes sin respuesta. Entro en Instagram y publico la foto que acabo de hacer, con una frase: los ojos de las personas viven en las pantallas. Miro de reojo y me doy cuenta de que en su teléfono aparece mi entrada. Da un like. Después me llega un comentario que dice: muy contento de que una chica tan guapa se haya fijado en mí. Le contesto que gracias y empezamos a mandarnos mensajes, a dónde vas, de dónde vienes… Así un cuarto de hora, hasta que le envío dos emoticonos, el de un tren y el de una mano despidiéndose. Me escribe que ha sido un placer y que, si quiero, quedamos otro día para charlar. Con un hilo de voz le digo hasta mañana. Su respuesta vibra entre mis manos, ok, hasta mañana, y muchos corazones. Mis ojos se quedan en la pantalla de @siempreconectado y los suyos en la mía.
Invisible. Desde niña sueño con ser invisible, con estar en un lugar donde lo vea todo y nadie me vea. Y hoy…
Estación de Atocha. Casi lo consigo.
Texto: Arantza Alava