Historia de un libro olvidado

              Ángel y Clara habían sido amigos, novios y enemigos, por ese orden y en espacio de unos dos años y medio cuando eran unos jóvenes que apenas acababan de pasar de los veinte. Ahora acababan de pasar los treinta, y habiendo pasado las rabietas y el mal humor propio de las batallas de los amores, decidieron quedar un día a ver que tal, si todo había cicatrizado bien. Quedaron en el Palentino, en pleno barrio de Malasaña, un sábado por la mañana, se saludaron, pidieron un cortado y una manzanilla, se sentaron en una mesa y no sabían de que hablar. Por fin Clara habló.

-¿Sigues enganchado al café?

-Pues ...sí.

La conversación amenazaba con resultar insulsa por temor a sacar a relucir temas que abrieran heridas. Clara bebió de un trago la manzanilla y decidida dijo:

-Te invito a pasear y a unos churros con chocolate.

Ángel siguió a Clara, pagaron y salieron del Palentino. Comenzaron a hablar de muchas cosas, evitando todo aquello que ambos sabían. Era como si se conocieran de nuevo, reverdecer laureles y no sacar espinas. Llegaron a una librería de viejo  en las cercanías de la chocolatería  San Ginés, se detuvieron a mirar un momento, Ángel encontró un raro libro de un desconocido autor para la mayoría de los ávidos lectores, pero muy familiar para ellos, se llamaba Mateo Escudero y era un antiguo amigo, al que un día le publicaron una novela que nadie compró, ni siquiera ellos.

-¿Lo leíste?. Preguntó Clara.

-No, nunca. Pensé hacerlo pero después de ...no quise hacerlo.

-Ya. Respondió y zanjó a la vez.

llamó al dependiente y compró el libro por 3 euros.

Tomaron el chocolate y al final, movido por esa curiosidad malsana, Ángel preguntó a Clara.

-¿Te gustó la novela?.

-Me encantó. A Clara se le iluminó la cara con el recuerdo, no supo disimularlo, Ángel se amargó por dentro, tampoco supo disimularlo, miró el libro de austera portada ya manoseada.

-¿De qué va?.

-De una chica que engaña a su novio con su mejor amigo, un chico misterioso que escribe bien y aprende a escuchar a las mujeres, mientras el novio sueña con ser un gran profesional.

Ángel agachó la cabeza.

-Siempre serás una puta. Se levantó y se fue, Clara no dijo nada, no se levantó, dejó pasar unos minutos, pagó y salió a la calle a fumar mientras paseaba con ligereza. Al pasar por la Plaza Mayor, dejó caer el libro en el suelo, siguió su camino sin mirar atrás. El libro siguió allí sin que nadie reparase en ello, hasta que una joven que pasaba por allí lo vio, tomó el libro y comenzó a hojearlo, algo llamó su atención, se sentó en el suelo y comenzó a leer.

Texto: Pedro Maximiliano Cascos

Fotos: Ana Manotas Cascos